viernes, 16 de marzo de 2018

Relato/fanfic de Antihéroes de Iria G. Parente y Selene M. Pascual


¡Hola a todos!
No suelo usar este espacio para subir escritos míos, pero he escrito un fanfic de Antihéroes y lo voy a dejar por aquí para todos aquellos que queráis leerlo. Eso sí ALERTA SPOLIRES. No leer antes de haber terminado la novela.
Si lo leéis y os gusta, se agradecen comentarios.





Un nuevo comienzo


No puedo evitar esbozar una sonrisa petulante ante las caras de asombro de mis compañeros en cuanto aparecemos en nuestro destino. Pero no me extraña en absoluto. Creo que yo también puse un careto similar la primera vez que aparecí en Times Square hace tres años para vivir el fin de año.
¡Y es que es una puñetera pasada!
Todo está a petar, lleno de personas de todo tipo, alegres, hablando, riendo y brindando por el nuevo año 2019 que nos espera. Yo, si os digo la verdad, no creo que sea más emocionante, y sobresaltado a la vez, que este 2018 que se nos va. Bueno, técnicamente ya se nos ha ido antes de venir aquí.
Porque sí, chavales, es lo que estáis pensando. Primero hemos pasado la nochevieja con la familia. ¿Qué esperabais? Ahora que las cosas marchan bien, que se puede decir que tenemos cierta “normalidad” entre los nuestros, pues queríamos estar con ellos y empezar de nuevo. Porque los nuevos comienzos no son malos, no hay que tener miedo a equivocarse y a empezar nuevamente las veces que hagan falta.
Eso sí, una cosa es pasar un rato en familia, y otra muy distinta perderse la jarana. ¿Y qué mejor que venir a Estados Unidos y revivir juntos el cambio de año? Y nada más y nada menos que en Times Square donde, desde las 17 hora local, la gente está aquí reunida, haciendo tiempo hasta el momento culminante.
Nosotros, que no somos tan masoquistas, hemos aparecido quince minutos antes del momento apoteósico.
Ya hace unas semanas que teníamos planeado pasar la nochevieja juntos, pero nadie sabía dónde. Yo, como debe ser, decidí encargarme del destino. ¿Quién en su sano juicio se quedaría en Madrid para ir a alguna discoteca o alguna sala de fiestas pudiendo ir a cualquier rincón del mundo? ¡Exacto, chavales, nadie! Eso sí, me ha costado horrores y un gran sufrimiento que nadie tirase del hilo y descubriera el pastel. Sobre todo Alicia. Cada vez que me encontraba con ella en el nuevo Chamberí he tenido que hacer malabares mentales para que no pudiera descubrirlo. Por eso, por si las moscas, tenía en mente varios lugares dando vueltas para despistarla.
Y, por la cara que tiene de flipada, creo que lo he logrado.
¡Diez puntos para Yeray! 
—¿Estamos donde creo que estamos? —pregunta Alicia de forma retórica, más para confirmarse a ella misma que sus ojos no la engañan. Esther, a su lado, la abraza por detrás.
—Sí, cariño. Estamos en Times Squere —le confirma antes de darle un beso en la mejilla.
Las dos se miran cómplices, a sabiendas de la tradición que hay una vez son las doce de la noche.
—Guau —musita Mei de la mano de Miranda.
Desde que ella y Sam se unieron a nuestro grupo que las dos se han ido uniendo más y más. Si al principio creí que a Mei le hacía tilín Cristian, pronto se descartó la idea. Mei, simplemente, se había aferrado a nuestro exorcista por ser su único amigo, por ser la única persona que parecía comprenderla. Sin embargo, ahora Mei ha crecido tanto.
Voy a confesaros algo: estoy orgulloso de ella.
Mucho.
Desde que ocurrió todo el embrollo con CIRCE, es la que más ha cambiado y crecido como persona. A pesar de tener un aspecto frágil y que parezca tímida a simple vista, Mei es la chica más fuerte que he conocido nunca. ¡Y la más poderosa! Todavía recuerdo nuestros entrenamientos en Hallstatt y los chichones que me provocó.
Estoy muy feliz por ella, de que esté tan bien con su madre y haya hecho tantos nuevos amigos. Las miro, a ella y a Miranda, que señalan lo que nos rodea mientras ríen felices entre saltitos de emoción con sus gorritos de lana.  
Pero ella no es la única que se ha hecho fuerte.
Cristian, a mi lado, farfulla por lo bajo hablando con Álex antes de volverse hacia mí y sonreír con las mejillas sonrojadas por el frío.
—Tengo que reconocer que has sorprendido a Álex.
—Por supuesto, ¿qué esperabas? En realidad, todos estáis flipando más que si hubierais visto un elefante rosa.
—No te hagas el listo, idiota, que tampoco es para tanto.
Ante el cometario de Sam, me vuelvo hacia él y le saco la lengua.
De verdad que, a veces, bueno vale miento, la mayor parte de las 24 horas del día, Sam es exasperante.
Y un mentiroso.
Muy, muy mentiroso.
Bueno, vale, puede que yo también lo sea a veces, sobre todo con lo concerniente a nuestra relación.
Vaya, mierda, ¿he dicho relación? A ver, me he expresado mal, no quería decir eso. Vamos por partes. A lo que me refería es que nuestra amistad… Esto…
Mierda.
Vale.
Uff.
Joder.
Está bien, confesaré. ¿No es hora ya de que lo vaya aceptando? ¿No pienso que él es igual de mentiroso y de cobarde que yo a la hora de aceptar la verdad?
Sí y tanto.
Soy tonto, lo reconozco, pero no gilipollas.
Y no, antes de que me digáis que es lo mismo, pues no, no lo es. Ser tonto es el no enterarte de las cosas a veces o ser un bocazas, y ser un gilipollas es el de no querer ver lo que está pasando a tu alrededor.
—No me estoy haciendo el listo —lo contradigo —. Me limito a señalar lo obvio.
—Lo cierto es que, en parte, tienes razón —dice extrañamente Alicia—. Yo estoy sorprendida. No habría imaginado que pensaras en traernos aquí.
—Yo creía, simplemente, que Yeray no suele pensar nunca —añade Esther. Ese comentario hace que todos se rían. ¡Serán malditos!
—Desagradecidos —digo enfurruñado y cruzándome de brazos, aunque mi enfurruñamiento no sea del todo cierto —. Encima que os hago de jet privado.
Mei se separa de Miranda y me da un abrazo. Oh, ¿puede ser más mona? Como soy un tipo duro, de los de verdad, intento no sonreír como un imbécil ante su muestra de afecto.
—Sabes que te queremos tal cual eres, ¿verdad? —me dice con su voz dulce.
—Sí, a pesar de que seas idiota, te queremos —suelta Sam con una sonrisa torcida.
Antes de que pueda decir algo, Miranda y Cristian interceden.
—Chicos que haya paz—dice Cristian como si fuera un cazador de fieras, intentando evitar que Sam y yo entremos en nuestra típica pelea en bucle.
—Eso, que sólo faltan cinco minutos para las doce —señala Miranda.
Todos nos volvemos para mirar la bola de Times Squere que, apagada, espera hasta medianoche para ser encendida. Una gran pantalla nos muestra una cuenta atrás y todos nos la quedamos mirando. Alicia y Esther están abrazadas por la cintura, Cristian al lado de Mei y Miranda habla con ellas a la vez que se dirige a Álex. Tras de ellos estamos Sam y yo.
Lo miro de reojo.
Hoy lleva el pelo azul eléctrico corto, un gorro blanco de lana que le resalta el color, y unos iris violetas. Él parece darse cuenta de que lo estoy mirando y me mira a su vez. Yo trago saliva y aparto la mirada. Sí, ya sé lo que estáis pensando. Bueno seguro que esto que estáis pensando lo leváis pensando desde hace tiempo, ¿verdad? Pues sí, os doy la razón, ¿contentos?
Me gusta Sam.
Y sí en el sentido romántico de la palabra.
Puede que al principio este sentimiento que sentía por él, o cuando es ella, fuera amistad, complicidad. Incluso fuera algo más profundo al parecernos tanto. Pero, con el paso del tiempo, ese sentimiento se fue haciendo más especial. Más fuerte. Más profundo. Cada vez que veo a Sam pienso que es precioso, que es preciosa, y que no me importa lo que sea hoy o lo que será mañana. Me da igual incluso que se meta conmigo, que me llame idiota. Porque, cada vez que lo hace, es un reto. Es una aventura. Es una promesa para superarnos.
¿No será por él que elegí este sitio para este momento?
Queda nada para que sean las doce.
Y empieza la cuenta atrás.
Ten, nine, eight, seven, six, five, four, three, two, one; ¡Happy New Year!  
El lugar estalla en vítores. La bola se enciende y las parejas se besan, tradición que Alicia y Esther no tardan en cumplir y que Mei, Miranda y Cristian cumplen a su vez dándose besos en las mejillas.
Yo, antes de que pierda la determinación, cojo a Sam por la solapa de su abrigo y le estampo un beso en los labios. Mi acción lo pilla tan de sopetón que no acierta a hacer nada. Cuando me separo, me mira con los ojos muy abiertos.
Me espero cualquier cosa, un grito, un tortazo…No sé, algo. Pero Sam permanece inmóvil y a mí me entra miedo. Joder, creo que la he cagado.
—¿Qué? —le pregunto para que reaccione.
Él, finalmente, parpadea y se lleva la mano a los labios. Yo me pongo más rojo que un pimiento y agacho la cabeza para mirarme las zapatillas.
—¿Por qué los has hecho? —pregunta finalmente.
—¿Es que no conoces la tradición? —digo sin alzar la cabeza. Joder, ¡qué vergüenza! Mierda, Yeray, eres un tío duro, deberías alzar la cabeza con orgullo y no esconderla como un cobarde. Pero, como ya sabéis, soy bastante cobarde —. Cuando se enciende la bola la gente se besa como símbolo de amor.
No sé quién está más sorprendido, si él por lo que he dicho o yo por haberme atrevido a decírselo.
—¿Qué quieres decir con eso?
—¿Es que no está claro? —casi le grito alzando la cabeza y mirándolo a los ojos —. Pues que me gustas, Sam. Por eso quise traeros a todos aquí. Quería empezar un nuevo año aquí, contigo. Con todos.
Mi confesión le arrancan la sonrisa más hermosa y luminosa que jamás le había visto hasta ese momento. Sin decir nada, Sam acorta las distancias y me rodea el cuello con sus brazos antes de besarme. Yo cierro los ojos y disfruto de este nuevo año.
De este nuevo comienzo. 


Gracias por leer ^^

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